En el reinado de Abd Al-Rahman II la influencia oriental hizo que la población andalusí adaptara su vestuario a los cambios estacionarios, vistiendo los tres meses de verano con zaragüelles (calzones amplios) y camisas blancas de lino o algodón y el resto del año con ropas de color abrigándose con zamarras y chalecos de piel. La seda el brocado, el raso y el terciopelo se hicieron frecuentes en la corte y fueron solicitados por altos dignatarios de los reinos cristianos. El color del luto, que en Oriente era negro, fue blanco entre la población andalusí.
El tocado masculino era un casquete de fieltro o un gorro de lana; el femenino, un pañuelo que les cubría todo el rostro (a excepción de los ojos) y sobre el que se colocaba la toca.
El influjo de Bagdad introdujo el gorro alto y derecho y las mitras de terciopelo bordado con pedrería, así como el uso de las toquillas de brocado para las mujeres.
El turbante estuvo durante algún tiempo restringido a hombres de leyes, pero se fue popularizando a partir del siglo XI, llegando a ser común en la Granada nazarí.
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