miércoles, 17 de diciembre de 2008

ALMANZOR


Nació en Algeciras en el año939 y murió en Medinaceli en el año 1002. Almanzor se llamó verdaderamente Abi Amir Muhammad. El nombre de Almanzor es una castellanización del calificativo árabe con que él mismo se rebautizó tras una de sus muchas victorias guerreras: "al-Mansur bi-Allah" (el victorioso de Dios)
Almanzor es uno de esos personajes históricos que ha trascendido al terreno del mito al quedar su huella grabada en el acerbo colectivo.
Hizo su aparición durante el reinado de Al-Hakam II.
Tras realizar su estudios en la capital califal inició su carrera política pasando desde el puesto de auxiliar del cadí de Córdoba al de administrador del patrimonio de
Subh, la concubina favorita del califa, de gran influencia política en la corte y que le hizo ascender rápidamente hasta alcanzar en 973 el cargo de intendente del ejército en la campaña africana. Sin embargo el esplendor de la carrera política y militar de Almanzor se producirá bajo el reinado del siguiente califa, Hisham II.
En 976, la prematura muerte de Al-Hakam II situó al frente del califato de Córdoba a Hisam II, un niño de tan sólo once años, circunstancia que aprovechó Almanzor, hombre decidido y ambicioso, para hacerse con las riendas del poder. Aquel mismo año fue designado tutor del joven califa, con la ayuda de la madre de éste, Subh, una cautiva vascona que probablemente era su amante.
Dos años más tarde, en el 978, fue acercándose a la figura del joven califa Hisam II hasta lograr de él todo poder político del Califato. Ya tras haber convertido a Hisam II en su marioneta política, Almanzor se hizo nombrar hayib, una especie de mayordomo de palacio o primer ministro, dignidad que le permitió ejercer una autoridad absoluta sobre todo el territorio hispanomusulmán.
Almanzor encarna la virulencia de las frecuentes y encarnizadas guerras de religión del proceso secular llamado "Reconquista" y que protagonizaron ambos bandos: musulmanes y cristianos.
También se conocen sus esfuerzos por establecer reformas legislativas y atraerse el afecto y admiración del pueblo llano andalusí gracias a las victorias sobre los cristianos y los botines de guerra llevados a Córdoba tras sus expediciones.
Es precisamente por estas incursiones de castigo y devastación por las que Almanzor es recordado históricamente. Fueron casi sesenta a lo largo de su vida, todas victoriosas, en las que destruyó, entre otras, ciudades tan emblemáticos para los reinos cristianos hispanos como León (984), Barcelona (985) Santiago de Compostela (997) Pamplona (999) y San Millán de la Cogolla (1002).
Por sus firmes creencias religiosas, Almanzor aplicó la idea de guerra santa o yihad con entusiasmo durante toda su vida. De hecho, se sabe que en su última correría que tenía como objetivo la destrucción de uno de los focos espirituales de la cristiandad hispana, San Millán de la Cogolla, Almanzor se puso a la cabeza de su ejército a pesar de sentirse gravemente enfermo. Corría el año de 1002.
Su salud se deterioró durante esta última campaña y tras quemar el cenobio riojano decidió una apresurada retirada hacia sus bases. Probablemente murió en las cercanías de Bordecórex (sur de Soria) para ser enterrado en Medinaceli, la principal base logística andalusí y cabeza de puente de sus correrías.
Los reinos cristianos suspiraron aliviados con la muerte de Almanzor, que había sido considerado un verdadero azote de Dios. Es significativo que un cronista cristiano de la época celebró su desaparición con la elocuente frase: "fue sepultado en los infiernos".
La paradoja de la biografía de Almanzor es que siendo un gobernante de una energía poco frecuente y que llevó al Califato a la cima del poder político y militar, sentó las bases para la destrucción definitiva de Al-Andalus.
Al acaparar las riendas del gobierno, que hasta ahora pertenecían a los califas, menoscabó el prestigio de esta figura. Además provocó una verdadera guerra civil entre los partidarios de sus descendientes y los sucesores de Hisam II. Tras su muerte, el Califato de Córdoba se sumió en un continuo proceso de violencia y descomposición hasta su oficial supresión pocos años más tarde (1032).De haber seguido existiendo un Califato fuerte como el de las décadas centrales del siglo X, los reinos cristianos hubieran visto muy difícil su expansión al sur. Sin embargo, con su pronta desaparición en 1032 y la formación de los pequeños reinos de Taifas, los castigados reinos cristianos pudieron recuperarse y en muy poco tiempo convertirse en una amenaza real para Al-Andalus, que se culminaría con la toma de la emblemática ciudad de Toledo en 1085.

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