Primer emir independiente de Córdoba (Damasco, 734 - Córdoba, 788) Nieto del califa Hisham de Damasco, fue uno de los escasos miembros de la dinastía Omeya que consiguieron escapar a la matanza de Abú Futrus, que llevó al poder a los Abasidas en el año 750.
Durante cinco años viajó huyendo de un lugar a otro del norte de África, hasta encontrar refugio entre los beréberes de la tribu Nafza, cerca de Ceuta, de la que era originaria su madre. Con el apoyo de los sirios que habían servido a los Omeyas y aún permanecían en España, consiguió pasar a la Península.
De esta forma, Abderramán, embarcó para llegar a las costas de Granada (Almuñécar) en el año 755, con la intención de buscar nuevos seguidores que afianzaran sus posibilidades de alcanzar el poder que no había logrado en África. En aquellos años Al-Andalus era un territorio debilitado por continuos enfrentamientos étnicos tribales. Para comprender este hecho no hay más que percatarse en el conglomerado de razas y religiones que constituían este territorio.
En el aspecto étnico, convivían hispano-romanos, visigodos, sirios, árabes y bereberes. En lo relativo a los credos religiosos, coexistían musulmanes "viejos" que no eran otros que los propios conquistadores y sus descendientes, antiguos cristianos convertidos recientemente al Islam para evitar impuestos (llamados muladíes), cristianos que deseaban mantener su religión (mozárabes) y un importante grupo de judíos.
Por otro lado, el emir Yusuf al-Fihrí, gobernante de al Andalus, no tenía personalidad suficiente para asumir un poder centralizado capaz de contener las innatas tendencias de disidencia en Al-Andalus.
Abderramán reunió un ejército de leales formado por sirios, yemeníes y beréberes, y derrotó, tras una breve guerra, al emir Yusuf. Es así como Abderramán entra en Córdoba en el año 756 y se convierte en el primer emir independiente de Al-Andalus.Abderramán I se mantendría en el trono hasta su muerte y en los más de treinta años de gobierno sus esfuerzos fueron dirigidos a crear un estado organizado y fuerte, siguiendo el modelo de gestión de los omeyas de Damasco.
No fue tarea fácil porque tuvo que dedicar sus mayores esfuerzos a sofocar rebeliones de numerosas facciones, entre las que se cuentan las del emir derrocado, Yusuf al-Fihrí, y de sus hijos, de los sirios partidarios de los abbasíes y de los bereberes. Tampoco faltaron las intrigas de palacio que Abderramán tuvo que sofocar con sangre.
Abderramán consiguió mantenerse en el poder con el apoyo de un buen ejército, formado en su mayor parte por mercenarios beréberes; consolidó así a la dinastía Omeya, derrocada en Oriente, al frente de un emirato español cuya organización calcó del califato oriental; e inició la construcción de la mezquita de Córdoba, que quedaría para la posteridad como símbolo de aquel primer esplendor de la España musulmana.
La importancia de la llegada de Abderramán a Al-Andalus y la instauración de emirato omeya tuvo una relevancia que pocas veces es suficientemente destacada.
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